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En los pueblos y ciudades donde viven una gran variedad de especies animales que sí están protegidas y contribuyen a mejorar la calidad de vida urbana. Destacan, en especial, varios pájaros (golondrinas, vencejos, murciélagos ... que, por ejemplo, son importantes en el control de insectos) y los reptiles (dragones, lagartijas ...). Estas especies aprovechan las estructuras de los edificios -las grietas, los agujeros en las paredes, los falsos techos o las cajas de las persianes- para hacer el nido o buscar refugio. Sin embargo, también tenemos algunas especies (como palomas, cotorras, gaviotas o ratones, que no son fauna urbana protegida) que proliferan mucho y que causan molestias a la ciudadanía.
La naturalización de las ciudades forma parte de la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Unión Europea. Y, en este sentido, hay un cambio de mentalidad y pensar que un edificio, además de acoger viviendas, oficinas o locales, puede tener otra funcionalidad aprovechando su estructura y hacer que se reconvierta en un gran roquedal, capaz de atraer a un buen número de especies diferentes ya sean aves, mamíferos (como murciélagos) o reptiles (como dragones o lagartijas).